lunes, 28 de marzo de 2016

Ella dice, nosotras decimos. Mary Ann Clark Bremer: William...



"Estaba ya bien entrado julio cuando conocí a William Hazlitt.
Me enamoré al momento de su inteligencia, de su sentido del humor, de su perspicacia y finura.
Después de mi tío, era el primer hombre que me infundía un respeto total -por supuesto que respetaba a muchísimas mujeres...-.
Era el remedio -aunque pasajero- contra mi angustia, contra aquel dolor sin nombre. La Bienhereuse, como Hazlitt, sólo lo calmaba. E incluso en ocasiones se volvía una cárcel de belleza que tan sólo, tras las tapias, dejaba fuera un poco de realidad; pero dentro -dentro de mí y dentro de la casa- no podía evitar que se pudrieran, poco a poco, las lágrimas que no podían manar.
Quería estar a todas horas con él, dedicarle mi tiempo. Casi me convertí en una adoradora del culto Hazlitt.

Le hablé de él a Suzanne. Con entusiasmo. Ella sonreía mientras yo barboteaba mis palabras.
Sólo había un problema: William Hazlitt había muerto en 1830."


"Una biblioteca de verano". Periférica.












William Hazlitt, autorretrato (1802).

martes, 22 de marzo de 2016

Diario de una hipo-pótama (3): Maxim.

"Sirenas". Merk Heine.



-Mamá, nos pasaremos por vuestra casa el domingo.
Cuatro segundos de silencio.
Respuesta:
-¿Pero vienes tú sola... o con el otro?
Juraría que he dicho “nos pasaremos”.
-Sí, mamá… vamos los dos
-Pues hija, os invitaría a comer, pero es que ando…
-… Que no hace falta, mamá; sólo será un momento, ni te preocupes.
-Si yo te lo agradezco, ojalá viviéramos más cerca y …
-… Que sí…
-… Pero un café sí que os tomáis, ¿eh?, eso sí…
-Vale, mamá… Llevamos pasteles…
-No, hija, que tu padre no puede tomarlos, por el azúcar; trae esas pastas de donde Guillermo, que le gustan…
Mi padre ni las mira, pero a ella, le pirran.
-Vale, mamá, hasta el domingo.

El viernes tenía análisis de sangre, en el centro de siempre; ya sabéis: perfil básico (rutina) y "técnico" (T4 libre, TSH, T3 total), todo juntito en un tubo "suero CORE - amarillo largo 5 ml.)
O sea, lo de toda la vida, pero añadiendo las tiroideas.


Llegué un poco justa. Me senté al lado de una mujer en la treintena y de su hijo, de unos diez años,  con sus libros y mochila escolar.
Leían juntos una página titulada “La Ultima Cena”; parecían hablar una lengua del Este, que alternaban con el castellano, que los dos hablaban muy bien.
Oí que le decía: -Debes decir esto clara y ordenadamente.
Tuve ganas de pedirle el teléfono y que me diera unas cuantas clases de ésas.

Enseguida la ATS reparó en el niño, y preguntó a la madre por el nombre:
-Maxim  –contestó ella.
-Le vamos a pasar ya.

Y así fue. Enseguida se lo llevó, llamó a un señor mayor, y después, a mí.
Mientras esperaba turno, ya en la sala de extracciones, la ATS y otra compañera trataban de sacar sangre del bracito de un niño mucho más pequeño. La madre le sujetaba arrodillada en el suelo; sí, ya sé que cuesta imaginarlo, pero sucedió así.
La cosa era complicada. El niño lloraba, miraba a su madre y casi le suplicaba. Las ATS en ningún momento torcieron el gesto, perdieron los papeles, se mostraron impacientes; profesionales y eficientes, con paciencia lograron su objetivo y todos sonreímos.

Mientras tanto, con su madre cerca de mí, Maxim ofrecía su brazo a otra ATS, y sin pestañear, observaba el pinchazo y la extracción de sangre.
Confieso que yo no miro, y que examino con ojo clínico a quien le toca mi brazo.
Ya he pasado unas cuantas veces por el ritual, y además he de decir –son todas mujeres- que ni me entero.
Pero no miro. 
No. 
Entendedme: No alabo la autoexigencia desmedida o cerril; pero sí un mínimo de autocontrol, su aprendizaje, en un mundo desbordado por "yoes" verborrágicos.

Maxim se levantó como si tal cosa mientras el otro niño, de menos de dos años, se tranquilizaba casi al mismo tiempo que yo escuchaba: -Abra el puño.



Me fui en cuanto pude, tirita en ristre, al bar de la esquina, aunque tuve que hurtar diez minutos a la Levotiroxina (hormona tiroidea artificial).
Es el pequeño inconveniente de ir en ayunas a un análisis y que entre hormona y desayuno deba guardarse media hora.
Bueno, desayuné a los veinte minutos. Era por una buena causa: mi estómago y mi cabeza.


¿Sabéis lo que pasó el domingo, verdad?
Sí. 
Correcto: Lo que estáis pensando.

Llegamos a casa de mis padres.
Mua, mua.

Y el café, sí.
El café más dos platos de jamón serrano, dos de quesos diferentes, uno de lomo, una tortilla de patata, una bandeja de …


miércoles, 16 de marzo de 2016

Ella dice, nosotras decimos: Paloma Rojas.

Bote de madero Iñigo Barrón (@Paloma Rojas)



Vive mirando al mar. En esa bahía de Plentzia plagada de montañas y olas.

Con los grises oscuros, los azules agitados, los blancos espumosos y los verdes rabiosos fijados en la retina. Con los botes meciéndose en el agua, las casas colgadas al mar y la lluvia. Esa lluvia fluida y tenaz, hija de nubes poderosas, que licua la luz que envuelve y define al paisaje que arropa.

Con tanta agua, sólo la acuarela podía ser la encargada de atrapar esos instantes, y por eso, Paloma Rojas la convirtió en su lenguaje. En la expresión de su mirada.


 Desde Astondo (@Paloma Rojas)


Húmedo discurso que se diluye, gota a gota, en cada uno de sus cuadros.




Paloma Rojas. Más información sobre sus cuadros y exposiciones:

martes, 8 de marzo de 2016

Fiona L.: Alcanzar el campamento base.


 Hoy es el día ¿no? El día de la mujer; nuestro día.
¿Nuestro día? ¿Necesitamos un día? ¿Para qué? ¿Por qué? ¿Y el resto del año no cuenta? 
Tranquilas, hoy no estoy chinchona, quizá debería pero… no, no lo estoy. Pero sí quiero aprovechar esta fecha para contaros una anécdota que guardo con cariño en mi memoria porque me sirve para afrontar esos momentos de mi existencia en los que la vida solo parece un firme, sólido y árido obstáculo.

Siempre me ha gustado mucho la montaña y, durante una época, la practiqué con verdadera pasión. Por aquel entonces tuve la suerte, y puedo decir sin duda alguna que también el placer, de escuchar en una conferencia a Yunko Tabei: La primera mujer que escaló el Everest allá por el año 1975.

En la charla nos habló de su historia y de los avatares de aquella ascensión, en la que por cierto, murieron compañeras suyas y en la que ella también quedó sepultada por un alud. 



Cuando llegó el turno de preguntas la primera que le hicieron fue: ¿Qué ha sido lo más difícil de su escalada al Everest? Y ante aquella, quizá tan obvia pregunta, obtuvimos en mi opinión la mejor respuesta que nadie podía habernos dado nunca. 
Sin dudarlo ni un sólo segundo, ella respondió: Alcanzar el campamento base.

Para las neófitas de la montaña aclararé que el campamento base es el punto de partida de las expediciones, donde realmente se empieza a escalar y acometer la cima.
Situémonos en el Japón de los años cincuenta del siglo pasado. Una sociedad anclada en los valores más tradicionales, el feudalismo en su insignia de identidad y el machismo como única opción entendible. Un profesor lleva a su clase a una excursión a la montaña y una niña de diez años queda extasiada con todo aquello.
Yunko nos habló del esfuerzo que tuvo que realizar con sus padres para que aceptaran que una jovencita podía vagar sola por la montaña. Del esfuerzo por garantizarles a ellos y a sus profesores, de que una mujer era capaz de entrenar en la montaña y, a su vez, estudiar una carrera universitaria. Del esfuerzo por convencer a la sociedad y sus empresarios de que una mujer podía ser una profesional de la empresa tan cualificada como sus compañeros y, además, montañera. Del esfuerzo, menos mal, como en repetidas ocasiones señaló, que encontró a un hombre, su marido, que siempre creyó en ella como persona, que tuvo que realizar para convencer a sociedad, familia y amigos de que una mujer podía ser una buena esposa, profesional competente, universitaria educada y… montañera. Cuando tuvo a su hija, añadió a la defensa de su pasión por la montaña, la demostración de que también era capaz de ser una buena madre.



Luego tuvo un sueño: Ascender al Everest. Algo que ninguna mujer había realizado hasta entonces (recordemos que ahora estamos hablando de los años 70, cuando dicha cima todavía era mítica). Y volvió al esfuerzo.
Esfuerzo por localizar sponsors para su proyecto en una sociedad que consideraba intolerable que una mujer plantease tan siquiera esa opción y además, por si fuera poco,  ¡una mujer casada! ¡y con una hija! ¡pero quién en su sano juicio va apoyar semejante demostración de locura y desfachatez!  No se rindió. Llamó a un a puerta, a otra, a otra…

- ¿Qué fue lo más difícil de ascender al Everest?
- Llegar al campamento base.

¿Por qué? Porque Yunko sabía que una vez en la montaña ya sólo era una cuestión de su capacidad como montañera. Ya sólo se trataba de su preparación y de su habilidad. Y sería, como mucho, la propia montaña quien la juzgara. Pero llegar al campamento base era un asunto ajeno a su talento. Una extenuante lucha contra elementos que nada tenían que ver con su capacitación y preparación.

Y en esas estamos, celebrando días de la mujer, luchando por tener la oportunidad de que no se nos prejuzgue por nuestra condición femenina. Ella lo consiguió.
Cuidaros.
Fiona L.

PD: Por cierto, ayer hizo un año. Mujer en los cincuenta, cumplió un año de existencia. “La nena”, ya anda, corre, juega y pelea ella solita. Qué bien. ¡!!Muchas felicidades, pequeña!!!

© Textos bajo el epígrafe “Fiona L.” y epígrafe todos los derechos reservados.

miércoles, 2 de marzo de 2016

Ella dice, nosotras decimos. Chin-Ning Chu: Sun Tzu en Linkedln.

Ideograma chino para "mujer"

Chin-Ning Chu presidió, entre otras corporaciones, Asian Marketing Consultants, Inc., NeuroScience Industries, Inc., y  el Strategic  Learning Institute.

Llegaba a ese momento, a asesora de prestigio, el reconocimiento y la escritura de El arte de la guerra  para las mujeres  desde la joven de 22 años que emigró a Estados Unidos en 1969.

En su maleta llevaba dos libros; uno de ellos era El arte de la guerra, de Sun Tzu.

“El libro no trata en absoluto sobre la guerra, sino que es un conjunto de técnicas de pensamiento estratégico diseñadas para conseguir tu objetivo de la manera más eficaz posible.”

“Este es el motivo por el que El arte de la guerra es tan apropiado para las mujeres (…) pocas son las mujeres que se sienten cómodas ante un enfrentamiento directo o ante situaciones en las que nuestro triunfo es el resultado de la derrota de alguien. Somos negociadoras por naturaleza y tenemos la habilidad de solucionar problemas; la mayoría preferimos situaciones en las que todas las partes ganan, a aquellas en las que la vencedora se queda con todo.”

Imagen: video de TheWomanConnection

El arte de la guerra se fundamenta en la filosofía taoista, basada en la observación de las reglas existentes en la naturaleza (…) Sun Tzu no era un militar cuando escribió su tratado (…) era agricultor de profesión y filósofo autodidacta.”

“Dado que su abuelo fue un general militar, el maestro Sun disfrutaba del privilegio de tener pleno acceso a libros militares poco frecuentes (…) cada libro se realizaba a mano con bambú o tiras de madera (…)”

“De joven escribió el Bing Fa [traducido como El arte de la guerra] como un currículum vitae, con la esperanza de conseguir un trabajo de comandante militar del rey de Wu [al sur de la actual Shangai] .”

“Su objetivo no es tan extraño como puede parecer (…) vivió durante el período de la guerra civil china que duró quinientos cincuenta años. A cualquier persona que proporcionase a monarcas y señores feudales estrategias que les asegurasen el dominio sobre sus rivales se le garantizaba empleo, sin que importaran sus humildes orígenes (…) se escribieron alrededor de dos mil libros de estrategia militar, entre ellos el de Sun Tzu.

El monarca de Wu, “intrigado por el libro”, contrató a Sun Tzu: “Sun Tzu quería que El arte de la guerra resultase difícil (…) intentaba que su trabajo solo pudiesen comprenderlo él (y su patrón).”

El libro fue rechazado hasta siete veces: “pretendía deliberadamente que el libro fuese poco claro, para salvaguardar su conocimiento, de modo que una vez contratado, el rey se vería obligado a depender de él para interpretar el libro”.


 “Nos engañamos sobre lo que deseamos”, dice Chin-Ning Chu en un capítulo al que aún no he llegado. Un libro en el que no se habla de “experto”, sino de “experta”; no se habla de “vencedor”, sino de “vencedora”.

Chin-Ning Chu falleció en Taiwan el 10 de diciembre de 2009.






Os iré contando mis progresos.

Chin-Ning Chu. “El arte de la Guerra par alas mujeres”. Debolsillo. 
Traducción de Lola Navío Martínez.