miércoles, 25 de mayo de 2016

Rosa, rosae. Las representaciones prehistóricas de la mujer.

Estatuilla de Brassempoy 
Saint-Germain-en-Laye, París
(sólo se expone en ocasiones especiales)

A partir del siglo XIX, diseminadas por toda Europa, desde el sur de Francia a Siberia, aparecieron numerosas estatuillas de mujeres paleolíticas talladas en piedra, hueso, madera o arcilla, constituyendo el principal testimonio de la representación humana de este periodo:
 “Se han encontrado en torno a doscientas estatuillas de mujeres, mientras que las de varones del mismo periodo son sumamente escasas.”

Este hecho cuestiona las interpretaciones más tradicionales sobre “la relevancia del papel de la mujer en aquellas sociedades”:
“La arqueología nos sugiere que hace unos 35.000 años, a lo largo de casi toda Europa y durante un periodo de tiempo próximo a 20.000 años, las mujeres podrían haber ostentado un papel importante en las sociedades de su tiempo; esto explicaría por qué las estatuillas son tan numerosas y por qué se enfatizan tan claramente las diferencias en vez de las similitudes entre los cuerpos femeninos y masculinos: reflejan la clara voluntad de representar mujeres.”

Su aspecto no es homogéneo: “Las hay obesas y también esbeltas (…) claramente están embarazadas y otras no (…) jóvenes adolescentes como a mujeres maduras (…) están de pie, sentadas, acostadas o agachadas (…) poseen un rostro detallado mientras que otras carecen de él.”


Estatuilla de Willendorf
Museo de Historia Natural, Viena

Las primeras teorías, entre 1890 y mediados del siglo XX, tendieron a “enfatizar roles de género (…) interpretarlas como expresión de la fertilidad femenina o como objetos eróticos", o como representaciones “de una deidad: la Diosa Madre o la Diosa Tierra.” 

En 1994, Elizabeth W. Barber dio a conocer el resultado de sus investigaciones: Muchas de estas estatuillas portan algún tipo de ornamento trenzado a partir de fibras vegetales, bastante antes del Neolítico, como el gorro tejido (en lugar de peinado) que apreciaron en la de Willendorf (James Adovasio y Olga Soffer), o los adornos corporales de la estatuilla de Lespugue. 

Estos y otros hallazgos han consolidado la idea de que “la gente del Paleolítico tenía capacidad para tejer ropas, redes o cestos con fibras vegetales” unos 15.000 antes "de la fecha formalmente admitida por los expertos.”
  
Estatuilla de Lespugue
 Museo del Hombre, París


Artículos de Carolina Martínez Pulido en "Mujeres con ciencia":
http://mujeresconciencia.com/2015/09/21/una-nueva-lectura-de-las-estatuillas-paleoliticas/
http://mujeresconciencia.com/2015/08/12/en-tiempos-paleoliticos-bellos-hallazgos-en-forma-de-estatuillas/

lunes, 16 de mayo de 2016

Diario de una hipo-pótama (4). II. Nuestra química se mueve.


Me contó, angustiada, que sentía que todo lo hacía mal. Que quería a su marido pero que no sabía "qué hacer con él" (textual, y no hablábamos de sexo). Que era malvada (por definición, se ve). Que estaba a punto de explotar. Que... 
Sólo le faltó decir que lo de la capa de ozono también era cosa suya, pero creo que no se le ocurrió. Hablo de una mujer con formación en Químicas, ojo.
Yo, que tenía un día tirando a lúcido, le pregunté por cómo llevaba la menopausia, que si los cambios hormonales, "picos", y tal y tal. Que no todo son sofocos, ni mucho menos. 
Uy, firmaba ya.

¿Os acordáis de vuestra primera regla? Me llevé un susto de muerte; la explicación de mi madre fue penosa (y prefiero no repetirla).
Encima, no podía ir a la piscina. Mojarme. Me daría un patatús sin remedio.



Una vecina lo acabó de arreglar: "Bueno, no puedes ir a la piscina unos días, pero podrás tener bebés cuando seas mayor."
¿Y para qué quería yo tener bebés? Yo quería ir a la piscina. 


Todo esto me hizo recordar un artículo de 2010 titulado "Aspectos psicológicos de la menopausia", que empecé a leer con mucha fe, pero que fundamentalmente se centraba en la parte más bioquímica y no tocaba, curiosamente, los "aspectos" del título que sin duda nos habrían interesado mucho más a las mujeres de cincuenta años:
"El proceso de envejecimiento humano comienza muy temprano en relación a la duración cronológica de la vida (...) El receso psicobiológico de deterioro inicia después de los 25 años."
"Los aspectos psicológicos en la menopausia pueden dividirse en tres grandes grupos: el primero relacionado con síntomas vasomotores (VMS), los propiamente derivados de la carencia de hormonas a nivel cerebral y los sociopsicológicos."

Los estrógenos en condiciones normales participan en los mecanismos relacionados con la termorregulación, el apetito y la tensión arterial, mientras que la "progesterona tiene un efecto negativo en el ánimo, aumenta la irritabilidad y la disforia."


Efectos de los estrógenos. Gráfico: www.elsevier.es

"Los bochornos se deben a la disminución de hormonas y su fluctuación en el cerebro (...) Existe una correlación muy alta entre los bochornos y los problemas en el sueño (...) afectan el estado de alerta durante el día, hay menor actividad mental (...) cansancio, irritabilidad ...) disminuyen el flujo cerebral en el hipocampo, lo que provoca problemas de memoria y cognición.

Las alteraciones del sueño que provocan los bochornos en la primera mitad de la noche "es fundamental para la memoria (...) La deprivación del sueño altera la memoria verbal."
"Las mujeres (...) describen el enojo como la sensación de estar "a punto de explotar", deseos de gritarle a otros, irritable si las tocan, sentirse fuera de control, sentirse que el enojo "las invade" (...), una mayor sensibilidad a los ruidos, en tono y volumen, coraje con ellas mismas, pérdida de control, tensión en todo el cuerpo (...) Poco tolerante al menor estímulo y comportamiento hostil (...)"

Personalmente, en el párrafo siguiente tengo las de ganar, entre la menopausia y las TSH, T3 y T4:

"Los síntomas físicos son fatiga, pérdida de energía, insomnio, ganancia o pérdida de peso, palpitaciones, mareo (...) indigestión, diarrea (...)"

"Los síntomas relacionados con el comportamiento se manifiestan en la incapacidad para concentrase, una pobre memoria (...) una reducción de la productividad (...)"

Yo, que recordaba los nombres y apellidos de mis 35 ó 37 compañeras de clase en el Instituto.



Síntomas de menopausia. Gráfico: www.muy mujer.es


domingo, 8 de mayo de 2016

Diario de una hipo-pótama (4). I. Quiero ser una perrita de aguas.

Fotografía: Seth Casteel

Pues iba yo tan contenta y feliz a la clase de aquagym, pero ya no quedaban plazas.

Así que miré los horarios, y decidí esperar una media hora a que empezasen unos ejercicios de hipopresivos con una fisio que los hace muy bien, y mientras, trastear un poco con los aparatos de la zona común del gimnasio (o sea, para torpes y principiantes, como yo). Y hacia allí me encaminé, con paso y porte atlético.

Alguien me llamó y me abrazó efusivamente. Se trataba de una compañera de un grupo de senderismo, con el que habíamos realizado numerosas travesías, algunas inolvidables, hacía… pues casi, casi, treinta años. No nos veíamos desde entonces.
Detrás venía la fisio de la que os hablaba, una mujer joven muy madura para su edad, con un radar en la mirada que da escalofríos; nos reímos las tres, por el encuentro y la oportunidad de la casualidad. Mi amiga me daba en el brazo con la mano, y le decía a la fisio que yo era de las fuertes, que aguantaba, que qué cosas había hecho.
Yo no lo recuerdo así, aunque claro, es verdad que era muy joven y disfrutaba mucho con todo, con la gente, con los paisajes, con el simple hecho de caminar, y en medio de la naturaleza.

La fisio, una buena profesional a cuyas actividades voy siempre que puedo y que sé que no se pasa con la exigencia, conoce perfectamente mi estado físico actual, concretamente mi esqueleto y sistema muscular.
Su clase de estiramientos fue la primera a la que fui en el gimnasio, a los dos meses del radioyodo, y en medio de una carga laboral imposible. Me pasé la hora relajando, estirando, boca arriba, boca abajo, de pie, sentada… llorando, en silencio, las lágrimas sin dejar de caer.
No dijo nada ni nunca me preguntó, no eran los ejercicios; pero a mí se me encendió una luz roja, y comprendí que lo importante era mi salud, y que tenía que bajar el pistón “ya”.

La que hacía “grandes cosas” en nuestra época de senderistas era mi antigua compañera; tenía un físico envidiable, que conserva. Prácticamente no ha cambiado nada. Pero de lo que me percaté al instante fue de la falta total de energía en su mirada.


Nos sentamos en el rincón de las máquinas de bebidas y demás, mientras veíamos pasar camino del sótano a los que iban a una clase de ésas que te encierran en una sala a oscuras con música de discoteca (¿existen, aún?) y luces girando, y tú haces el canelo montada en una bici y a toda pastilla, claro.
Y hablamos.
Pero eso mejor os lo cuento mañana, o pasado mañana.



Me gustó esta foto desde el momento en que la vi.
Y, sí: quiero ser una perrita de aguas, meterme en los charcos, seguir a mi dueña o dueño corriendo por el barro, sacar la lengua, dormir cuando estoy cansada, comer cuando tenga hambre, y atravesar ríos para después secarme y mojar a todo el mundo.
Y ya sabéis por qué he escrito “perrita de aguas” y no “perra de aguas”, que todo se malinterpreta y hay que explicarlo, y que salvo que escribas género literario, hay que calificar y calificar y venga a calificar un sustantivo tan noble como “perra”. Pero, vamos, que no digo yo que no, si no puedo ser “perrita de aguas”. De momento no voy a cambiar la orientación del blog … no me llenéis el correo de peticiones.

Tratad de sonreír a la vida. Cuidémonos. Haced el tiempo que podáis lo que os gusta.
Yo voy a mirar un rato la foto de la perrita de aguas y una mía, a ver qué se puede hacer, y a los árboles bajo la lluvia.