domingo, 16 de diciembre de 2018

Ella dice, nosotras decimos: La “rosquilla” de Kate Raworth (@ethic)




Kate Raworth(Londres, 1970) es economista (“estudié Economía y terminé frustrada por lo que me habían enseñado”), académica de Oxford,… pero:
 Decidí sumergirme [en] el mundo real”.

Trabajó en un proyecto de cooperación en Zanzíbar, en Naciones Unidas (Informe de Desarrollo Humano), y en Oxfam, en campañas que “tenían una base económica, pero vinculada a la injusticia social o al cambio climático”.)


Cuando me fijo en la manera en la que gestionamos este mundo en el que vivimos, realmente pienso que vamos en la mala dirección. Estamos en un momento de mucha desigualdad en el que un enorme porcentaje de la población no tiene los bienes esenciales. Es una curva de desigualdad creciente, y vamos a llegar hasta los 10.000 millones de habitantes este siglo (…) las teorías económicas que se imparten en las universidades (…) han acabado formando la narrativa aceptada por la mayoría (…)”

Kate “aboga por desterrar la curva del PIB como única medida de crecimiento, y fijarse en un dibujo circular compuesto por un anillo con un agujero en el medio.
Fuera de él están los “excesos”, como la polución o la pérdida de biodiversidad y agua potable; dentro del orificio las “carencias, entre ellas la desigualdad social, el agua potable, la educación o la energía. En el medio (…) está el punto de equilibrio, allí donde realmente prospera una sociedad”.

Fuente: revista Ethic


"Cuando enseño la rosquilla, suelo preguntar: “¿Qué falta aquí para ti? ¿Qué cambiarías?”. E inicio un debate."

El agujero de la capa de ozono, la hambruna de Etiopía, los gases de efecto invernadero (…) se quedaban enterradas bajo grandes montones de teorías (…)


Siempre que pregunto [cuando da una conferencia]: “¿Qué es lo primero que habéis aprendido?” (…), da igual el idioma que hablen, “la oferta y la demanda”. Y eso lo único que lleva es a asegurar que la economía es el mercado. Y el mercado es beneficio. Son muchas falsedades en una sola afirmación.”

“… Me di cuenta del poder de estos dibujos (…) Si te limitas a llegar con un listado de conceptos, de lo que consideras importante para un desarrollo real de la sociedad de un país, y los muestras en un listado, no suele suceder nada. Pero si los muestras representados en una imagen (…) entonces generas reacciones. La gente empieza a hacer preguntas. A interesarse.”

La economía es el poder que tenemos para gestionar los recursos. Y siempre debe de estar ligada al planeta del que dependemos.”


domingo, 8 de julio de 2018

Rosa, rosae. Mercedes Sosa: mujer, voz.





Como la cigarra (poema de María Elena Walsh)

Tantas veces me mataron
tantas veces me morí
sin embargo estoy aquí
resucitando.
Gracias doy a la desgracia
y a la mano con puñal
porque me mató tan mal
y seguí cantando.

Tantas veces me borraron
tantas desaparecí
a mi propio entierro fui
sola y llorando.
Hice un nudo en el pañuelo
pero me olvidé después
que no era la última vez
y volví cantando.

Tantas veces te mataron
tantas resucitarás
tantas noches pasarás
desesperando.
A la hora del naufragio
y la de la oscuridad
alguien te rescatará
para ir cantando.

Cantando al sol como la cigarra
después de un año bajo la tierra
igual que sobreviviente
que vuelve de la guerra.



Mañana, 9 de julio,  la "cantora" Miryam Quiñones @MiryamQuinones homenajeará a Mercedes Sosa en el aniversario de su fallecimiento


domingo, 27 de mayo de 2018

Diario de una hipo: 50 microgramos de madre, una furgoneta de tiroxina y la “teoría del caos”.


Es lo que pasa. De la “teoría del caos” no tengo ni idea, pero de su práctica, lo que queráis.

Me llevo fiambrera al trabajo, como deprisa y camioneta al hospital, a 30 Km. de la ciudad.  Veo un cartelito en una ventanilla del autobús al bajarme. No me paro a leerlo.
Avanzo varios centenares de metros por el interior del hospital, con las instrucciones de recepción y de mi cuñada en algún lugar del cerebro. Las máquinas de café me saludan con alegría con sus luces por los pasillos desiertos.

La ambulancia de mi padre, que no llega. Mi hermana, que está con ellos: “Habla con el especialista, a ver si puede esperarnos”. Media hora después, aparece una enfermera con “pijama” amarillo. Hablará con el médico.

Treinta minutos después, hablo con mi madre: “Nada, tu hermana a reclamar y aquí no aparece nadie.” La enfermera viene directa hacia mí: que el médico quiere habla conmigo, en cuantito salga un paciente. La veo salir por la única puerta iluminada, que debe dar a otro pasillo sin final. Me da que está atendiendo a varias consultas simultáneamente.
Me pongo en modo de espera, como una centinela, delante de la única consulta ocupada de las ocho que tiene la zona. Todo está a oscuras, menos el exterior, donde aún es de día, y mis amigas las máquinas de café, con sus botellas de agua gigantes y más cosas iluminadas.

Rememoro la tarde anterior, cuando recorrí otros 50 Km. para acompañar a mi madre mientras mi hermano se quedaba con mi padre; dejó el bolso atrás y arrancó el coche conmigo al lado. Es un escaso kilómetro por la antigua nacional.
A ver si puedo aparcar.
-  Mamá, deberías pensarte lo del coche. 
- Divinamente, hija. Para venir hasta aquí, de sobra. Cuando vea que no puedo conducir, lo dejo.
Dimos un par de vueltas a la rotonda: 
-  Pues no hay sitio. Voy a probar arriba
¿”Arriba”?, pienso yo. Pues hay una buena cuesta. Y es dirección contraria…
No, hija: “encima” de la acera… 
-  Pero… ¿puedes? 
-¡Hombre, claro! Me conocen los municipales, el del supermercado, los de la farmacia….

Casi grito que frene cuando la acera acaba en escalón y hay una furgoneta de frente aparcada. Debo exagerar, porque el individuo apoyada en ella nos miró pero hizo como que no se inmutaba. Menudo salto habría dado yo.     

Hala, hija, a ver si no tardamos mucho… Oye, ¿no me estarás ocultando algo, no?
Le explico que no, que mi tiroides andaba un poco bajita y por eso estaba más cansada. Que me han subido un pelín la tiroxina, y ya. Me ahorro contarle las tres semanas que no daba pie con bola, la tensión parecía por los suelos y no remontaba. “Ahora” me siento mejor.

Ahora llama mi hermano, incrédulo: “¿Y cómo has llegado hasta el hospital? ¿Y a tu casa, cómo vuelves? Hay huelga de autobuses…”
Vaya, eso explica el cartelito del cristal, el que no leí. Puede que viese algo de “Servicios mínimos”. La suerte que tengo.

El último paciente de la sala de espera sale de la consulta. Oteo entre la puerta entreabierta, y llamo con los nudillos. El médico ya sabe quién soy: la consulta acaba en quince minutos. No va a llegar la ambulancia. Hablamos sobre el estado de mi padre y prepara una nueva cita.

Son casi las 9 de la noche, hora peligrosa para coger el que puede ser el último autobús a la ciudad. Me pongo “en modo comando” y recorro los interminables y solitarios pasillos del hospital a toda pastilla (nunca mejor dicho). Las referencias propias y de mi cuñada me colocan justo en la salida más cercana a la parada de los autobuses.

Y sí, hay un autobús. Y sí, mi instinto me dice que es “el mío”… Paso de la acera a un trozo de tierra, y corro hacia el pequeño  talud que me separa del autobús. 
El zapato resbala y miro al conductor. Sé que va a arrancar. Ni un metro me queda a la puerta del bus… El hombre mira al frente, pero la puerta se abre. Le doy las gracias y subo; detrás se oyen otras voces de mujer: -¡Espere! ¡Espere!
El conductor hace un gesto contrariado… pero espera. 
Ya estamos todas arriba. 

Diez y media y en casa. Notita en la nevera: “¿Puedes echarle un vistazo al router? No funciona. Ni se enciende, ni nada.” 
Uhm…
Dejo la impedimenta por ahí y me acerco “al bicho”. Hay que fastidiarse. Aprieto todas las clavijas visibles: nada, no enciende.
Cojo el primer cable y lo sigo. No puedo tener mayor suerte: el enchufe está sobre la mesita.

Me pongo “gallita”: 
- Aquí el servicio técnico. Ciento cincuenta euros me debes… ¿El qué? Pues que estaba desenchufado. Sí.
Mi parte contratante: -Ah… pues ha debido ser cuando han venido los de la comunidad a lo de la terraza… Han debido desenchufar el router para enchufar un taladro…

¡Ja!
¡La “teoría del caos” se esconde en un enchufe!



domingo, 18 de marzo de 2018

Mándanos tu foto (9)


El entrañable "Achuri", en La Latina, Madrid.
Imagen: Cortesía de Rosa Núñez.
¡¡ Muchas gracias !!



¿Has visto una foto, una escena en tu barrio, en una tienda, en el autobús, en la calle,... que te ha llamado la atención, te ha indignado, te ha fascinado, te ha hecho sonreir? ¿Y además sobre la mujer, sobre nosotras?
¡Pues envíanos la foto! ¡La publicaremos! 
Adjunta si quieres la fecha, el lugar donde la viste, o por qué ha captado tu atención:
lunavioletayplata@gmail.com

domingo, 18 de febrero de 2018

Un listado no concluido (a raíz de un artículo de Carmen Morán).

Nancy Cunard (1896-196). Fotografía de Man Ray.


Ha sido éste un verano bien largo para el blog -que casi huele ya la primavera-, con una sola pero provechosa parada en el excelente artículo de Asun Blanco Cobelo que nos permitió adentrarnos, cual Alicias,  en ese futuro-presente que está pasando tan inadvertido.

Así que es de agradecer la generosidad de amigas como ella, y las continuas noticias del “rescate” de textos de escritoras del pasado, como esta vez certifica Carmen Morán respecto a “Inexplicable”, de Marie von Ebner-Eschenbach, que publicará la editorial Periférica.

Un nuevo título de “la literatura escrita por mujeres a finales del XIX y principios del XX", todo un movimiento de escritoras con “características comunes entre [ellas] que casi puede hablarse de generación”:
Edith Olivier
Elvira Mancuso
Mary Cholmondeley
Franzisca von Reventlow
Paola Drigo
Julia Strachey
Catherine Pozzi...

Son las citadas por Carmen Morán; una lista que emociona porque sabemos que entronca con nuestra propia historia de mujeres, ésa que ha sido apartada, ninguneada; que aparece en estanterías olvidadas, páginas en algún rincón lleno de polvo. 
Un listado no concluido.
Catherine Pozzi 1882-1934

Cita Carmen a la investigadora y crítica literaria Josune Muñoz: “todas ellas buscaban un cuarto propio, una narración personal y social”, dejando a un lado el papel que se les había atribuido: convertirse en un “ser bondadoso enjaulado en casa al cuidado de un marido y unos hijos.”

Destaca Josune Muñoz el caso de Nancy Cunard, señalando que “el periodismo era una actividad que las colocaba en un espacio público y, además de sus obras, las permitía vivir de sus textos.”
Franziska von Reventlow 1871-1918

Esta editorial publicará nuevos títulos de Franziska von Reventlow y Charlotte Mew, calificada por Virginia Woolf como “muy buena y diferente del resto”.

Hablamos de “una época de ruptura”, sí, preludio de Vanguardias; de una literatura que no puede ser desechada ni banalizada.

Buscad sus historias. Explorad.

Ponerlas en su lugar, en el que le correspondan y corresponde, es hacerlo con nosotras mismas.
Elvira Mancuso 1867-1958

  
Artículo completo de Carmen Morán:
“Las mujeres que mataron al ángel del hogar.”